La disputa comercial entre Estados Unidos y China, que se intensificó a partir de 2018, generó un fuerte impacto en los mercados agrícolas internacionales. En este periodo, el gobierno de Donald Trump decidió aplicar aranceles a numerosos productos importados desde China, con el objetivo de reducir el déficit comercial que EE.UU. registraba frente a ese país. Como respuesta, China implementó medidas similares, apuntando a sectores estratégicos de EE.UU., entre ellos el agrícola, e imponiendo tarifas adicionales a productos como la soja.
En los años previos al inicio del conflicto, China había sido el principal comprador de soja estadounidense, llegando a importar más del 60% del total exportado por EE.UU. Sin embargo, tras la aplicación del arancel del 25% en julio de 2018, las ventas externas sufrieron una marcada disminución. Esta caída en la demanda provocó el desplome en los precios del grano, al tiempo que los productores enfrentaron un exceso de inventario y crecientes dificultades para colocar su producción, en un contexto de alta volatilidad e incertidumbre.
Actualmente, la política comercial estadounidense vuelve a tensarse. Bajo el argumento de que muchos países imponen barreras que dificultan el ingreso de productos estadounidenses, la administración Trump dio un nuevo paso en su estrategia comercial, con la aplicación de aranceles recíprocos. En este contexto, el pasado 9 de abril entró en vigor un nuevo arancel aplicado por EE.UU. a las importaciones provenientes de más de 60 países con los que mantiene déficits comerciales. Entre los afectados se encuentran varios países de América Latina, que fueron gravados con una tarifa del 10%.
China, principal objetivo de la medida, fue gravada un arancel adicional del 34%, lo que elevó al 84% la carga total impuesta por EE.UU. sobre sus productos. Como consecuencia de este escenario, en la semana previa a la entrada en vigor de los aranceles se registraron caídas tanto en el precio del petróleo como en los principales índices bursátiles a nivel global. El impacto también se reflejó en el mercado de Chicago, donde la soja encabezó las caídas de precios con una baja del 4,4%, al comparar los cierres del 4 de abril y el 28 de marzo.
Sin embargo, ese mismo día, y en medio de la incertidumbre generada por las nuevas medidas, Trump anunció una pausa de 90 días en los aranceles adicionales, lo que dio lugar a una leve recuperación en los futuros agrícolas. La soja con vencimiento en mayo de 2025 se destacó al registrar una suba del 2,0% respecto al 8 de abril, alcanzando los 372,1 dólares por tonelada, impulsada por la sostenida demanda china y las exenciones otorgadas a países en proceso de negociación. Aun así, la preocupación por la continuidad del conflicto se mantiene, especialmente en el caso de China, donde el 10 de abril se confirma un nuevo aumento arancelario que elevó la carga total impuesta por EE.UU. hasta el 145%, con efecto inmediato.
Ante este escenario, Brasil podría encontrar una oportunidad estratégica. El conflicto llevaría a China a buscar alternativas a EE.UU. como proveedor de granos y oleaginosas, lo que podría abrir la posibilidad de una reconfiguración del comercio agrícola mundial.
En este contexto, Brasil se consolida como el principal referente en la oferta de granos sudamericanos. Según datos de la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), al 5 de abril, la cosecha de soja brasileña registró un avance del 85,3%, mientras que la de maíz de primera zafra alcanzó el 59,2%, ambos con un ritmo superior al de la campaña anterior. Como resultado, se ajustaron al alza las estimaciones de producción para la zafra 2024/25 a 167,9 millones de toneladas de soja y 24,5 millones de toneladas de maíz, lo que representó un aumento del 13,6% y 6,5%, respectivamente, en comparación con la zafra anterior.